Robert Parker, ¿héroe o villano? . Su verdadera dimensión

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Robert Parker, ¿héroe o villano? . Su verdadera dimensión


De winestem Robert Parker, the Deity of the Wine World, CC BY 2.0
 

Una vez le dijeron a Winston Churchill que tenía que dar una conferencia. Vaya!!, que tenía que hablar en público frente a un concurrido auditorio.

Este señor de controvertida figura, como también nuestro protagonista de hoy (héroe para muchos, villano para otros) preguntó «¿Cuánto tiempo aproximadamente tengo que hablar sobre el tema?» a lo que le respondieron «Mas o menos una hora Winston» (época en la que Inglaterra estaba metida de lleno en plena la II Guerra Mundial).

Churchill se quedó unos segundos pensativo, y acertó a decir:

«Bien, si tengo que hablar sobre un tema en concreto una hora, normalmente con 5 minutos me bastaría para prepararlo. Por el contrario, si tengo que hablar sobre este mismo y justamente este tema que me planteas, hoy con 5 minutos, posiblemente no. Seguro que necesitaría seguro que necesitare una hora para preparármelo».

Esta curiosa anécdota viene a reflejar la brutal dicotomía que muchas veces ocurre, a la que se tiene que enfrentar un orador, maestro o escritor, a la hora de expresar y tratar, con conocimiento de causa, ciertos comprometidos y digamos como mínimo y polémicos temas.

Y este os aseguro que lo es.

Más o menos es lo que le ocurre hoy a este humilde profesional a la hora de escribir, de y sobre quizás solo un par o como mucho tres temas, dentro del universo en continua evolución y expansión llamado vino, muy dado a las dicotomías.

A nivel personal me considero un estudioso del vino desde hace décadas, y os aseguro que cuando más aprendo, mayor espacio adimensional y variabilidades se abren frente a mi.

Y vosotros diréis, ¿por qué os cuento todo esto? Simple y llanamente porque durante 30 años uno de los temas que como enógrafo y comunicador de la historia he intentado eludir es este, el hablar de un tal señor de nombre Robert Parker.

Y no porque no lo haya estudiado, leído y seguido cómo la gran mayoría de profesionales que se dedican a cualquier rama y profesión relacionada con el vino.

Y no porque no tenga mi opinión clara de los referentes y de los mal llamados Gurús del vino.

Si no más bien por todo lo contrario, porque teniendo la capacidad de expresar por naturaleza sencilla y comprensiblemente prácticamente casi todo, casi sin esfuerzo, normalmente me fluye de forma natural.

Robert Parker solo hay y habrá uno

Su brutal influencia histórica, no exenta de controversia, es innegable.

Sobre el se han escrito libros para llenar media biblioteca de Alejandría y, os aseguro, que unos cuantos serían con un enfoque cercano, amable e inigualable y otros, sin lugar a dudas, lo «reventarían» y lo tratarían metafóricamente como el villano de los villanos en el mundo del vino.

Como os he dicho, este tema en concreto siempre lo intentado eludir. Pues al igual y como Churchill en este tema de 5 minutos nada.

Como he dicho y aunque este hace más de una década retirado, Parker solo hay uno.

Hoy si, hoy me voy a liar la manta a la cabeza e intentaré con un pequeño resumen, muy pequeño pero intenso resumen hablar de la figura de Robert Parker, pues esta es realmente inmensa.

Para haceros una idea, el solito cambió en un momento dado de nuestra relativa reciente historia del vino, gran parte del paradigma actual, de la dimensión (casi nada) de la palabra Vino en muchísimos aspectos.

Así que no me enrollo más, que como introducción, Churchill ya me hubiera corrido a porrazos.

Vamos a por ello

Robert Parker: Ni héroe ni villano

Desde mi experiencia, os puedo asegurar que cerrar los ojos y saborear un vino es como dejarse llevar por un sueño, una especie de baile idílico, en la que dos bailarines bailan y se expresan ellos dos solos dentro de un palacio todo de cristal.

Los matices, sensaciones, reflejos y emociones son únicos a cada paso a cada movimiento a cada giro a cada única percepción. Y así desde, mi humilde opinión, lo expresaba Parker en sus textos.

Sus palabras no sólo describían el proceso de catar un vino, si no que también transmitían la sensación de dejarse transportar por un viaje onírico inigualable y casi irreal.

La figura de Robert Parker en si misma es un estudio en toda regla de ambivalencia en estado puro.

Su impacto en la industria del vino ha sido innegable e incontestable, pero quizás el problema es que las implicaciones de su influencia siguen siendo objeto de debate a diario.

En última instancia, la respuesta a si es un héroe o un villano del vino podría depender de cada perspectiva individual. Sin lugar a dudas todos tenemos nuestros Dioses y nuestros Diablos, todos esperamos siempre a ese héroe, ese que nos salve de nosotros mismos, ese que nos evite mirar el espejo de la realidad.

En un mundo donde el vino es tan cierto y apreciado como el arte, la escultura, la pintura, incluso alcanza a menudo cifras exorbitantes cual fuera un Van Gogh.

La influencia de Parker en sus mejores tiempos (ya jubilado y grupo empresarial vendido), plantea la cuestión casi en si misma filosófica y existencial desde el punto de la simplificación de los sabores, acompañado siempre de un cierto estilo de vino ajustado a su personal paladar.

Se podría parecer o no al mío o al de millones y millones de consumidores de vino de cierta calidad.

Entonces ante este dilema, nos deberíamos plantea fácilmente la pregunta de si ¿ha enriquecido o ha empobrecido la figura del vino en su conjunto?

Primero voy a responder yo desde mi prisma personal. El vino está aquí desde hace unos 8000 años antes que Parker. Así que, desde el punto del vino absoluto, Parker no es nada más que pequeñísima parte de su historia. Eso sí, parte importante y ya es mucho.

Quizás no haya respuestas definitivas, si no más bien una sutil invitación a apreciar la complejidad de su legado.

En el siempre abanico de opiniones, Parker emerge siempre como un personaje enigmático. Un crítico cuya pluma y paladar sin lugar a dudas dejaron una marca indeleble en el vino.

Sea como héroe o villano, su papel en la era vinícola es incuestionable. Sigue inspirando acalorada discusiones en cada copa.

Un aspecto crucial en cualquier reseña o artículo sobre Parker, a mi entender es la subjetividad inherente a la cata de vinos.

A medida que la industria evoluciona, es crucial preguntarse si el modelo Parker sigue siendo la medida de calidad de un sector, que por poner un ejemplo en su amado Burdeos menea unas cifras de 100 mil millones de dólares anualmente.

El desafío de la subjetividad

La experiencia sensorial de un vino puede variar ampliamente según el individuo, lo que nos arroja luz sobre la dificultad de establecer calificaciones absolutas.

Los detractores siempre argumentaron que el sistema simplifica demasiado un proceso tan complejo y unipersonal.

La degustación de un vino es una danza entre sabores, aromas y emociones que cada cual va a experimentar de manera única.

La idea de que un número sobre fondo verde pueda capturar parcial o completamente esa complejidad es un desafío permanente.

A pesar de su ya jubilación el legado Parker sigue presente en el mercado y es más, sigue evolucionando.

Si bien aparentemente su influencia puede hacer disminuido, el énfasis que a nivel personal siempre destacó sobre la calidad o la expresión del vino, así como su capacidad para descubrir tesoros ocultos, continua y continuará inspirando a jóvenes amantes del vino.

Un icono complejo

Definir pues así en última instancia si Parker es un héroe o un villano nos recuerda que ningún legado es adimensional.

Ya sea considerado un héroe para abrir las puertas del mundo del vino e intentar democratizarlo, o un villano por la homogeneización potencial que acompañó su enfoque, sigo diciendo que Parker no hay más que uno.

Su historia es una invitación a reflexionar sobre muchísimas complejidades. una de ellas la pasión.

El gusto personal y la industria que amó profundamente y que quizás al final termino devorando los conceptos.

Frank Deveraux

Enógrafo, sumiller, enófilo, pero ante todo, amante del vino, siempre aprendiendo. Disfrutando de cualquier vino en un momento especial.

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