El vino de hielo, un susurro de hielo, un grito de vida

Loading

vino de hielo

El vino de hielo, un susurro de hielo, un grito de vida

En el silencio gelido de la madrugada, donde los valles parecen sumidos en un sueño profundo, las viñas despojadas de su follaje esperan. Y no, este no es un invierno cualquiera como lo vivimos y conocenos todos. Es el invierno del vino de hielo.

Es la temporada, es el pistoletazo de salida de tan esperado momento en el que las uvas deben convertirse en algo más que fruta.

Deben convertirse en lo que son, en lo que llevan marcado en su ADN con el paso y paso de los siglos. Deben convertirse en oro liquido, en poesía liquida, en una sinfonía de aromas y sabores, en la mismísima fragua helada de la naturaleza, en esa bella idiosincracia de los vinos de hielo, donde el tiempo no solo se detiene, literalmente se congela.

Es un proceso (y hacerme caso) casi místico, una belleza en si misma ritualizada año tras año, cuando el frio se convierte en su mayor aliado, cuando ese frio implacable exige siempre redoblar los esfuerzos, redoblar los sacrificios.

vino de hielo

La Vitis Vinifera que desafía a las estaciones

Esta es la Vitis Vinifera, que desafia las estaciones, que desafia la voluntad biológica de la vid.

Pues mientras en las restantes territorios de la vieja Europa la planta vegeta, aquí no solo vegeta, sino que desafía en un duelo de fuego y hielo casi irreal la voluntad natural de la uva.

Solo bajo las condiciones mas severas, cuando la térmica es capaz de bajar ya de los -8 grados, es cuando las uvas alcanzan su punto de perfección, y eso se nota, se palpa, casi se mastica la ilusión en el ambiente.

Contemplar tal cual espectáculo, al igual que miles de corredores esperan que se corte la cinta y se de el pistoletazo de salida de una carrera, ahora sí!!

Este es sin duda un verdadero espectáculo y, sí algún día tenéis ocasión de contenplarlo, de vivirlo, de sentirlo, no os lo perdáis. Palabra de Frank!!

Y sí hace frio sí, exactamente 8 grados bajo cero o menos, con lo que la noche es perfecta, aunque no para pasearse con un abanico precisamente.

Es ese mismo factor climático que helará vuestros mofletes, es ese mismo factor que yo llamo «el escultor invisible que ha moldeado la esencia de esta maravillosa bebida».

El Arte de la paciencia, cosechar el hielo, recoger en su esencia la eternidad, es en sí mismo poesía pura.

Es vino de hielo sí!!

No es un vino simplemente dulce, cual nectar de las flores, que tambien lo es. El vino de hielo es un pacto con la naturaleza. Es el fruto de la espera y del frío, es casi una épica narracción curiosamente contradictoria.

Lo congelado transformandose en algo tan dulce, tan calido y seductor al paladar, que casi podríamos decir que es una maravillosa dicotomía, una magistral y bella realidad para nuestros sentidos, para nuestro paladar.

Los primeros sorbos siempre nos sumergen, y te van a sumergir, en un paisaje de frutas que ha experimentado el más intenso frío llegado del lejano norte, la congelacion.

La miel, el albaricoque seco, la pera escarchada, la maracuya,… son un espectro de sabores que danzan al unísono entre el paladar y el retrogusto cual perfecta simbiosis que, sin prisa y en su tiempo justo a la vez que armonioso, se trasforma en oro, un oro líquido. Estamos ante una de esas maravillas biologicas que este planeta os va a ofrecer.

Y no se trata de una dulzura «empalagosa» ni invasiva no!! Se trata de lo que el frío ha conservado naturalmente, es una acidez vibrante que refresca a la vez que endulza esta maravillosa bebida.

Es como si cada copa fuera un viaje hacia la inmoralidad de terruño, una metáfora de la eternidad congelada por unos instantes, desembocando y fluyendo en un simple y majestuoso pero efimero sorbo.

Basicamente,  y cuando lo probéis ya me lo diréis, es el retrato de la vida misma: rica, compleja, pero siempre con su contrapunto de pura y natural frescura y acidez.

Vino de hielo

Una copa anclada en el tiempo: vino de hielo

En un mundo en el que todo parece acelerarse, el vino de hielo sin duda invita a la pausa, al deleite, al sosiego.

Es un vino que no necesita ser apresurado, ni lo necesita ni su esencia lo permite, pues todo lo que es verdaderamente valioso exige y exigira, su pausa, su tiempo.

Cada copa metafóricamente es una conversación con el pasado, con la vid que ha soportado el frío, con el viticultor que ha cosechado bajo la atenta y vigilante mirada de la luna… algo asi como el tiempo mismo cuando se detiene por un instante.

El vino de hielo en su esplendor más puro no es solo una bebida, es una evocación de lo efímero, un recordatorio de que el tienpo puede deternerse en ese mismo punto, en ese mismo instante, justo cuando uno puede beber.

Cada trago parece captar la fragilidad de lo que es, una copa llena de nostalgia, una evocacion de lo efímero, de lo cíclico convertido en un universo.

Un vino que transciende la estación

No hay estaciones en la elaboracion del vino de hielo, de hecho es toda en si misma una estructura uniforme y atemporal. Hay en el un cambio un crisol de tiempo y naturaleza realmente fascinante.

Un verano que nunca llega a su fin, un invierno que desafia la lógica y una primavera siempre curiosa y suspendida en el aire.

Su vendimia es una tarea realmente titánica, no solo porque se trate de cosechar en la oscuridad de la noche y el frio, sino porque exige una precision casi quirúrgica, grano a grano, no racimo a racimo, grano a grano literalmente.

Las uvas deben estar totalmente congeladas, deben ser recolectadas rapidamente y quirúrgicamente.

Cada racimo en sí es una dulce y cercana promesa de dulce trasformación, una promesa que solo la paciencia y el buen hacer del viticultor puede lograr.

Y es ahí, en esa fragua de hielo, donde los viticultores transforman el sudor y el esfuerzo acumulado en algo más, en el preludio verdaderamente de la transformación en oro liquido.

El vino de hielo, en su evocación más pura, es el esplendor de lo efímero. Un recordatorio del que el mundo puede detenerse en un instante, y ese instante se puede y se debe disfrutar catar saborear beber.

Tener por seguro que cada trago que disfruteis, sin duda será toda una experiencia que va a resumir su esencia, lo que es y lo que fue.

Es, y en mi memoria gustativa siempre ha sido y será un verdadero soplo de vida, representado en una pequeña copa llena de verdadera nostalgia.

Frank Deveraux

Enógrafo, sumiller, enófilo, pero ante todo, amante del vino, siempre aprendiendo. Disfrutando de cualquier vino en un momento especial.

Facebook

Comentar

Su dirección de correo electrónico no será publicada.Los campos necesarios están marcados *

*

Bodegas Paco & Lola