El papel del vino en la dieta mediterránea
A lo largo de la historia, se ha observado de manera intuitiva que la inclusión del vino en la dieta puede ser beneficiosa para la salud si se consume de forma moderada. Estudios científicos del siglo XX han respaldado estas afirmaciones, lo que ha llevado a una mayor comprensión de los beneficios asociados al consumo racional de vino en la dieta mediterránea.
Durante la segunda mitad del siglo, se estableció una relación entre el consumo excesivo de grasas saturadas, principalmente derivadas de grasas animales, y niveles elevados de colesterol en la sangre, lo cual aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, como problemas coronarios e enfermedades vasculares cerebrales.
Sin embargo, estudios ecológicos a principios de los 90 revelaron que en algunas áreas de Francia, a pesar de un alto consumo de grasas saturadas, la incidencia de enfermedades coronarias era baja, similar a la de Japón, donde el consumo de estas grasas era bajo. Este fenómeno se conoció como «la paradoja francesa». Estudios sugieren que la baja incidencia de enfermedad coronaria en Francia podría ser atribuida a un consumo regular de alcohol, ya que el país tiene el índice más alto en el consumo per cápita de vino y alcohol en general.
Posteriormente, varios estudios han afirmado que los efectos beneficiosos se encuentran en el consumo de vino, y no en otras bebidas alcohólicas como la cerveza o los licores. Se ha demostrado que el consumo moderado de vino está asociado con una menor mortalidad por enfermedades cardiovasculares, cerebrovasculares y otras causas, un efecto que no se ha observado en los bebedores de cerveza o licores.
A raíz de los primeros estudios sobre la paradoja francesa, se ha llevado a cabo una investigación sobre los componentes del vino, excluyendo el alcohol, que podrían explicar sus efectos preventivos en la aterogénesis. En 1995, se demostró que esta protección adicional ofrecida por el vino se asocia con los componentes polifenoles o flavonoides, presentes tanto en la uva como en otros alimentos, especialmente frutas y vegetales.
El vino contiene varias sustancias fenólicas, siendo las más destacadas el ácido gálico, la quercitina, rutina, catequina, epicatequina y el resveratrol.
En enero de 1997 se publica en Science (una de las revistas de investigación científica que tienen un mayor prestigio internacional) un estudio de la Universidad de Illinois basado en experimentos in vitro y en animales, que demuestra que el resveratrol, compuesto polifenólico que se encuentra en la uva y otros productos alimenticios, tiene una actividad quimiopreventiva frente al cáncer. Los autores concluyen que deben de continuarse las investigaciones sobre el resveratrol que podría ser un agente quimiopreventivo frente al cáncer en humanos.
Todos estos estudios han tenido un amplio eco en todos los medios de comunicación, y países tan distantes de la cultura del vino como los chinos y japoneses comenzaron a interesarse de manera muy intensa e interesante para los productores.
Concluyendo: El consumo moderado de vino parece relacionarse con una menor incidencia de enfermedades cardio-vasculares y cerebro-vasculares. Los últimos estudios sugieren además que alguno de sus componentes podrían tener un efecto preventivo frente a la aparición de neoplasias malignas.
Sobrelías Redacción
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