Cuándo abrir una añada antigua
Cuándo abrir una añada antigua es una pregunta que se suele hacer mucha gente cuando encuentra una botella que tenía en casa desde hace años. ‘¿Estará bueno? ¿Espero más? Es ya vinagre…’, son solo algunas de las cosas que se os vendrán a la cabeza sin duda.También hay la idea muy extendida que en el caso del vino, al igual que para mucha gente como el queso, que con muchos años, estará siempre mejor. Esto no es del todo cierto. Llega con vernos a nosotros, que no todos envejecemos de la misma forma y, en ocasiones, no para mejor.
Pensar que el vino es ‘un ser vino’, que evoluciona, que cambia con el tiempo dentro de la botella, además de que según tratemos a esta, la vejez que puede tener puede ser mejor o peor y de más o menos tiempo.
Por lo tanto, lo primero que hay que tener en cuenta es que no es siempre verdad lo de que ‘el vino, mientras más viejo, mejor’.
Primera idea: saber que vino es, te dará pistas de la duración de su vida
Los vinos, como cualquier ser vivo, tienen una fase inicial de vida en la que van mejorando con el tiempo hasta llegar a un momento óptimo, sus mejores condiciones. A partir de ese momento solo le queda la fase de declive, donde va perdiendo sus características diferenciadoras. Ojo, eso no quiere decir que no se pueda beber en cualquiera de las tres fases, pero sabiendo que en cada una de ellas el mismo vino nos puede dejar sensaciones muy diferentes.
Las tres fases no son exactas, es decir, no quiere decir que un día un vino esté en estado óptimo y al día siguiente ya no se pueda beber. Las fases transcurren en un plazo de tiempo, más o menos amplio. Dependerá del tipo de vino, del tipo de uva, de su elaboración, de su crianza, de su estancia en barricas,…. Esto nos dará una idea de los plazos de tiempo que tiene cada fase de la vida de un vino.
Por lo tanto, lo primero que debemos saber para decidir cuándo abrir una añada antigua es saber que vino tenemos delante, todo lo que podamos saber sobre lo indicado anteriormente, mejor.
Vinos jóvenes y crianzas
Hay uvas que por sus propiedades, son más dadas para elaborar vinos de larga guarda, a la vez que hay otras que son más apropiadas para vinos de los denominados ‘del año’, para ser consumidos en el año que salen al mercado o en el siguiente. No quiere decir que un vino de añada, no se pueda beber en tres o cuatro años, pero ya estará, con mucha probabilidad, en su fase de declive.
El caso puede ser contrario en aquello vinos que son elaborados con uvas de mayor recorrido y a los que se les de además algún tipo de crianza, habitualmente identificada con pasar algún tiempo en barrica de madera. A este tipo de vinos, a los aportes afrutados que le dan las uvas, se le une n los aportes que le da el paso en madera, con lo cual necesitan un tiempo una vez embotellado para conjuntarse. por eso, en función del tiempo que haya estado en barricas, el afinamiento necesitará de un plazo más o menos grande.
No quiere decir que un vino con crianza, recién embotellado, no se pueda beber. Se puede. Pero es cuando en su cata surge aquella frase de ‘le falta botella’, tiempo en el que se conjunten la fruta y el aporte de la barrica, se afine y genere lo que muchos entienden como bouquet y otros como terciarios, es decir una combinación equilibrada que de aportes diferentes a cuando lo catamos recién embotellado.
Lógicamente, no es lo mismo una crianza en barricas de 3 meses que de 12 o 24 meses, ya que el tiempo que se necesitará para conseguir el afinamiento es mayor. Por lo tanto ya tenemos un punto interesante que nos puede decir cuando abrir una añada antigua y lo que podemos esperar del vino.
Recientemente caté el mismo vino, con 4 meses de crianza en barricas de roble francés, pero uno era de la añada del 2014 y otro de la 2018, uno con 7 años en botella y otro con 3 años. Aunque eran el mismo vino, la misma elaboración crianza, es imposible que dejaran sensaciones iguales en la cata. En el primero, la madera se había comido más la fruta y se notaba más la barrica, mientras que en el segundo, la fruta se percibía muy bien aun con una madera también presente pero sin superponerse.
Mismo vino, en años diferentes, sensaciones diferentes
También hay que tener en cuanta que, aunque un mismo vino, se elabore de la misma forma año tras año y la misma crianza, se elabora con uvas que han tenido unas características y propiedades fruto de la climatología de su año, que pueden hacer que esa añada sea más propensa para tener más tiempo de guarda que otra añada posterior o anterior.
Por ese motivo, cuando tenemos una añada antigua delante, es muy bueno saber como se calificó a esa añada en su día, ya que te puede dar también idea de como estará el vino en la actualidad.
Segunda idea sobre cuándo abrir una añada antigua: ¿qué esperamos?
Un vino joven, sin crianza, con algo de trabajo de lías (principalmente en los blancos) o con pocos meses de paso en barricas (mayoritariamente en los tintos), cuando llevan días en la botella, dan muchas sensaciones principalmente de la fruta, pero pueden dejar cierto verdor, acidez o falta de madurez, ya que aun no se han asentado y afinado.
Al cabo de una semanas o un mes, estos vinos ya se encuentran mucho mejor (si es que están bien hechos) con lo cual ya comienzan a demostrar lo que esconde el vino. Mucha frescura, fruta, acidez más equilibrada, si tienen lías, alguna complejidad fruto de las levaduras y, si tienen paso por barricas, algunos aportes de la madera (que varían según el tipo de madera elegida para las barricas).
Esta presencia de la fruta va aumentando, pudiendo estar muy bien en el año en curso y el siguiente, pero empezando a decaer ya en el segundo o tercero. No quiere decir que no tengan fruta, pero ya no será tan fresca ni vibrante. En aquellos vinos jóvenes que hayan tenido algo de crianza, se irá combinando con los aportes de las lías y la madera y dará nuevas sensaciones que harán que se puedan catar con más tiempo, 3 o 4 años desde que se embotello. Pero claro, las sensaciones que da no serán las mismas que si se cata en el año siguiente al embotellado o a los dos años.
Y siempre teniendo en cuenta que un vino del año, 5 años después, no quiere decir que esté malo, pero sin duda dejará unas sensaciones muy diferentes a las que dejaba a los seis meses de ser embotellado. Y eso es lo que siempre debemos tener en cuenta, ‘qué esperamos encontrar en el vino’, siendo conscientes de que no podemos pedir la frescura de un vino joven que lleva cinco años en la botella con la que tenía a los seis meses de ser embotellado.
Relación crianza y vida más larga
Principalmente en los vinos tintos, cuando hablamos de vinos de larga crianza, más de 12 meses, llegando a Reservas y Grandes Reservas con 18, 24 o más meses de paso en barricas, tenemos siempre presente que, si el vino estaba bien elaborado, el mayor tiempo en la barrica hará que podamos tenerlo más tiempo sin abrir.
Y en parte es verdad y en parte no. En parte sí, porque para conseguir que se conjunten bien fruta y madera, se necesita más tiempo, con lo cual podemos tenerlo más años en botella hasta que lo probemos. Pero en parte no, ya que, en el momento que se embotella, puede ser que la propia bodega lo tenga un tiempo en el botellero afinándose y, cuando lo compremos, ya esté en un buen momento para su cata. Eso sí, si decidimos tener dos vinos durante 3 años por ejemplo guardados para catarlos, probablemente esté en fase de crecimiento aun el vino con más plazo en barrica frente a otro que ha estado poquito tiempo.
Por norma general, la mayor estancia o crianza en barrica, se asocia con mayor plazo de vida en la botella en condiciones óptimas. Un tinto joven del 2020 frente a un crianza de 18 meses del 2020, si los catáis en el 2025, os van a dejar sensaciones muy diferentes. El primero puede estar muy rico, pero la frescura del vino ‘del año’ habrá desaparecido. El segundo, habrá tenido tiempo para conjuntarse y te dejará aun mucha fruta y una opulencia que da la barrica, cuerpo y estructura. El primero esté en fase de declive y el segundo en fase de ascenso o de madurez, rozando el momento óptimo.
Pero sorpresas de la vida sobre cuándo abrir una añada antigua
Mucho por la vida que le habéis dado a una botella. Una botella que se ha guardado en posición vertical, en la que la luz le ha dado con frecuencia, la habéis movido mucho o que haya tenido continuos cambios de temperatura a lo largo del tiempo, no os dejará en la copa el mismo vino que si estuviese a oscuras unos años, a temperatura ideal y constante, con un nivel de humedad óptimo.
No es lo mismo llegar uno de nosotros a los 50 años llevando una vida sana que una vida llena de excesos. Pues con los vinos pasa lo mismo. Si cuidas un vino como debes, puede que una añada antigua te de una grata sorpresa cuando decidas probarla.
Recientemente he catado un vino joven blanco con trabajo de tres meses en lías y sin barrica de la añada del 2011, que tuvo una guarda perfecta todo este tiempo. El vino estaba realmente espectacular, ojo, la viveza de un vino joven no la tenía, pero las sensaciones que dejaba eran excelentes. Caté luego el mismo vino pero de la añada 2019, que se que había estado en otras condiciones de guarda y, aunque se mostraba algo más fresco, era mucho peor vino en su conjunto.
Con todo esto os queremos decir una cosa. Si tenéis una añada antigua hoy, por ejemplo, un vino con 12 meses de barrica de 1990, puede que esté perfectamente para beber, pero debéis tener claro que esperáis de ese vino. Tendréis presente sin duda que ya es un vino que hace tiempo que perdió la madurez y su mejor momento, pero puede que hay ‘envejecido con estilo’ y os de una grata sorpresa. Lo que es un error es pensar que porque el vino es de larga crianza nos va a durar para siempre en buenas condiciones. Siempre hay que tener muy presente que el vino ‘es un ser vivo’ que evoluciona.