
Olas de calor y sequías
¿Cómo afectan las olas de calor y las sequías al crecimiento del viñedo?
En condiciones estándares y a grandes rasgos, la planta de la vid toma, a través de los pelos absorbentes de las raíces, sales minerales y agua del suelo, que conducidos por los vasos leñosos suelen llegar hasta las hojas. De esta forma, en un rango óptimo de entre 25 y 35 grados, se genera el proceso de fotosíntesis.
Mediante este fenómeno, la hoja recibe los rayos del sol, los transforma en energía química, y genera azúcares y carbohidratos, los cuales son enviados a los racimos, el tronco y las raíces por los vasos liberianos.
Durante la respiración de la planta, se consume oxígeno y los azúcares son degradados en las hojas, liberando el CO2, mientras que la planta pierde agua por evaporación para regular su temperatura (al igual que los seres humanos).
Todo este proceso es un balance natural. Sin embargo, las consecuencias en la cosecha podrían generarse cuando el rango de temperatura se dispara, colocándose por encima de los 35 grados. En este escenario, se estaría ante un golpe de calor, el cual va a alterar el funcionamiento de la planta.
Sin embargo, cabe mencionar que los efectos del golpe de calor no se limitan a la planta y a la cosecha.
Por lo general, las altas temperaturas también son un factor de riesgo para los vitivinicultores, quienes se ven expuestos a sufrir dolores de cabeza y estrés térmico. Ante la inminente amenaza que representa las olas de calor en España, la Asociación de Empresas de Equipos de Protección Individual (ASEPAL) ha insistido en la importancia de contar con equipos de protección individual (EPI). Así, en los días más calurosos del año, los trabajadores deben usar cascos de protección y gafas de sol para proteger la salud ocular. Asimismo, la ASEPAL recomienda que los trabajadores vistan prendas amplias, ligeras y de baja resistencia al vapor de agua.
Otras de las consecuencias de la elevación de la temperatura tienen que ver con el aumento de la transpiración de la vid. Y es que, en los días secos y calurosos, la cantidad de vapor de agua en el tejido de una hoja es alta en comparación al ambiente que la rodea, provocando una mayor extracción de agua por la superficie de la planta.
Esto demanda una tasa de riego más alta, para abastecer la pérdida de agua, ya que de lo contrario se podrían marchitar las uvas y las hojas, retrasar la maduración y destruir gran parte de la cosecha.
Paralelamente, los propios granos de uva se ven afectados de manera directa, porque distintos procesos químicos que ocurren en su interior, son sensibles a la temperatura, como el desarrollo del color, que se detienen a marcas superiores a los 35 grados.
Así como el frío, el calor también puede llegar a ser nocivo para el viñedo. Frente a esta amenaza, los vitivinicultores no pueden dejar de prestar atención a los efectos cada vez más visibles del cambio climático.